Hace un año, en marzo del 2011, en Japón hubo un terrible terremoto que azotó con toda la isla, no siendo suficiente, este terrible siniestro fue seguido de un fuerte tsunami que barrió todo lo que encontró a su paso.
Desdichadamente, los edificios caídos y los hogares inundados no eran el único problema del que Japón tenía que hacerse cargo, ya que la planta de Fukushima recibió grandes daños que resultaron en escape de cantidades dañinas de radiación hacia los alrededores de la misma. Se ha identificado un nivel de radiación más alta de lo común principalmente en alimentos como vegetales y entre los vegetales, los más afectados han sido los de hoja verde, los cuales a su vez son de los más utilizados en la gastronomía de esta importante isla. Las partículas nucleares, han escapado de la planta en forma de gas, siendo arrastradas por el viendo a kilómetros de distancia, para después caer en forma de lluvia e integrarse al suelo, en donde, desdichadamente, contaminan los alimentos de consumo animal y humano.
Pero no solamente en la tierra se ha detectado contaminación nuclear, sino que también en el mar se reportan niveles más altos de los comunes en la radiación, afectando de esta manera todas las formas de alimentación con las que cuenta la isla. Científicos y expertos han intentado prevenir más contaminación, pero por desgracia, las rutas de la radiación son muy difíciles de predecir, sino es que imposible por ser demasiado volátiles. En esta última desgracia nuclear, los principales elementos que se liberaron fueron el cesio, el cuál es tal vez el más importante a decir de los científicos, ya que es de larga duración en el medio ambiente, viaja muy fácilmente por la cadena alimenticia y no obstante, años después de su liberación, sigue emitiendo partículas que se infiltran hasta los huesos provocando osteoporosis en personas de corta edad. También se liberó en importantes cantidades yodo, el cual es de menor duración, pero no menos dañino ya que se almacena en la tiroides ocasionando cáncer. También se liberó estroncio que es menos peligroso que los dos anteriores.
Los científicos y especialistas intentan calmar a la población asegurando que en bajas cantidades la exposición a estos elementos no es tan peligrosa y a decir de los mismos, las cantidades aún no son para alarmarse, se siguen llevando a cabo pruebas para detectar cualquier cambio en la radiación encontrada en el ambiente.
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