En general, todos conocemos lo molesto que es el ruido y, por ello, buscamos formas de insonorizar cuarto, oficinas o áreas especiales, donde se encuentra la maquinaria industrial. Sin embargo, en entornos naturales, la contaminación acústica tiene efectos dañinos para muchas especies, perturbando la tranquilidad de los ecosistemas.
De acuerdo con un estudio de la revista Science, el 63% de las áreas naturales de EE.UU. que se encuentran protegidas, registran ruidos que duplican el volumen de los sonidos de la naturaleza, pero en el 21% de dichas áreas, el ruido es diez veces mayor.
De acuerdo con Hector Toledo Teja, en otros países no se han realizado estudios tan exhaustivos debido a que el impacto de la contaminación acústica suele subestimarse por la falta de concienciación tanto de los gobiernos como de empresas. Usualmente, la contaminación acústica se considera como un problema urbano, pero no por ello deja de tener efectos negativos en la naturaleza, como la alteración de la distribución y comportamiento de las especies, lo que conlleva efectos en cascada.
Un ejemplo de estos efectos lo sufren animales como las aves, las cuales abandonan sus nidos porque el ruido las asusta, lo que afecta a su tasa de reproducción. Otro comportamiento de animales que se ve afectado por el ruido es la cacería, ya que los depredadores dependen de su oído para detectar a su presa, y el ruido puede afectar su capacidad de supervivencia.
Varias especies de aves han ajustado los sonidos de reclamo que emiten, con el fin de ser escuchadas por encima de los ruidos generados por los seres humanos. El carbonero macho es un ejemplo, ave que cambia la frecuencia de su canto para que sea más agudo, puesto que las hembras prefieren frecuencias más bajas al momento de seleccionar un compañero, pero tienen dificultades de escucharlos debido al ruido urbano.
Para conocer la magnitud del problema y prevenir posibles daños al entorno natural, se recomienda el uso de un decibelimetro, que puede monitorear los niveles de emisiones acústicas en zonas donde el ruido de construcciones, circulación vehicular, actividades de extracción minera o petrolera, tráfico aéreo, entre otras, y realizar acciones que mitiguen los daños.
Carlos Alberto Miguel Hernández Verástegui indica que, en áreas protegidas, es indispensable limitar el tráfico rodado, utilizar barreras o paredes acústicos en el área de carreteras para evitar que el ruido se propague a la naturaleza, utilizar letreros que indiquen a los visitantes que respeten el silencio del entorno, acciones que únicamente son primeros pasos, puesto que lo más importante es reconocer al ruido como una forma de contaminación, que conlleva impactos negativos en los diferentes ecosistemas.