La contaminación puede definirse como el desequilibrio generado al introducir un agente nocivo en un ambiente natural. Aunque existen diversos tipos de contaminación, tales como la contaminación radiactiva, visual, lumínica y personal, se consideran más significativos aquellos que dañan los recursos propiamente naturales como el aire, el suelo y el agua.
La contaminación del aire, por ejemplo, es propiciada por la emisión constante de sustancias tóxicas. Entre los efectos que provoca la contaminación del aire pueden contarse: el daño a la capa de ozono, a la fauna, y a la flora, así como el deterioro de los edificios y monumentos.
En cuanto a la contaminación del suelo, podemos decir que provoca un efecto directo en la salud del hombre. Al respecto, se sabe que la exposición continua al plomo, al cromo y a otros metales, así como al petróleo, solventes, plaguicidas y herbicidas provoca el desarrollo de células cancerígenas.
Por su parte, la contaminación del agua, también conocida como contaminación hídrica, es, según testimonios que podemos encontrar en los libros sagrados de algunas culturas, uno de los problemas con mayor historia ya que apareció desde la antigüedad; incluso se tiene noticia de que en la Edad Media los problemas de salud generados por la presencia de plomo en el agua ―derivado del excremento y otros residuos vertidos en el agua― se elevaron a tal grado que quienes vivían en las urbes optaron por recurrir a portadores de agua que transportaban el líquido desde lugares alejados hasta aquellos en los que se concentraba la población. En la actualidad, los residuos industriales y el tratamiento de los suelos con abonos químicos y herbicidas, además de los desechos generados en los hogares, son los principales factores contaminantes del agua.
Soluciones para disminuir la contaminación del medio ambiente:
Pese a que el problema de la contaminación ha alcanzado grandes proporciones, aún es posible contribuir a enmendar el problema realizando apenas un sencillo conjunto de acciones: reducir, reutilizar y reciclar. Evitar el consumo desmedido de productos innecesarios o, en otras palabras, ser un consumidor responsable que elige aquellos productos menos dañinos para el medio ambiente; darle un nuevo uso a aquellos bienes o productos que adquirimos; y reciclar los desechos urbanos más frecuentes, materiales como el plástico, el papel y el cartón, ayudarán en gran medida a hacerle frente al tan preocupante agotamiento de los recursos naturales.